Texto y fotos: Hugo Rodríguez.
Profesor de técnica fotográfica.
La CL es una demostración más
del buen hacer de Leica: Una versión pequeña de sus hermanas
de la serie "M". Es toda una compacta de objetivo intercambiable,
con telémetro y fotómetro puntual. Por si las "M"
no son lo suficientemente pequeñas, aquí tenemos a la CL.
El cuerpo
De dimensiones reducidas, como pensada
para ocupar el puesto de la cámara para llevar siempre encima,
cumple sobradamente los requisitos que se piden a este tipo de cámaras:
pequeña, de enfoque preciso, de buena calidad óptica y discreta.
Tanto la forma como el diseño es sencilla y similar al de sus hermanas
mayores. El cuerpo consta fundamentalmente de 2 partes que se ensamblan
perfectamente y una vez separadas permiten la colocación y extracción
de la película de una forma similar a las Rollei 35, ya probadas
en esta misma sección. Toda la zona posterior e inferior constituye
una de las partes.
En la zona superior del cuerpo, tenemos tan sólo la palanca de
avance de la película, de funcionamiento extremadamente suave y
silencioso, junto al botón disparador que no cuenta con bloqueo
alguno aunque hubiera sido deseable. Por último la minúscula
ventanilla del contador de exposiciones.
En el frontal tenemos el disco de velocidades del obturador planofocal
de recorrido vertical, con un margen que va desde 1/ 2 más "B"
hasta 1/ 1000, teniendo la sincro a 1/ 60. No está a la altura
de otras compactas de obturador central, sobre todo en el aspecto de sincronización
de flash, pero claro, son las otras las que no están a la altura
de ésta en cuestión de calidad y luminosidad de ópticas,
precisamente debido a que la Leica CL utiliza obturador planofocal para
no limitarse en estos aspectos ópticos.
En el mismo disco de velocidades se encuentra el selector de sensibilidades,
marcadas en DIN e ISO desde 25 hasta 1600. Sobre este disco, tan sólo
decir que es un poco duro de manejar. El telémetro se nota que
es Leica. Presume de una claridad, definición y ajuste perfectos,
como cualquiera de las "M". Eso sí, por limitaciones
obvias, no podía de ser de base tan amplia como aquellas.
La montura del objetivo, de impecable factura, acepta diferentes ópticas
entre las cuales están el Summicron-C 40mm f/2 y el...¡Minolta
90mm f/2.8!. Minolta fabricó una cámara exactamente igual
a esta Leica, con la misma bayoneta y por supuesto compatible, lo que
permite tanto a una como a la otra utilizar las ópticas indistintamente.
Las colaboraciones de este tipo entre marcas diferentes siempre es beneficiosa
para todos (fabricantes y usuarios).
El Summicron probado es una delicia: enfoque suave y preciso, con pivote
de ayuda, aro de diafragmas con "clicks" en los medios, escala
de distancias amplia y detallada y, por supuesto, una completa escala
de profundidad de campo. Además, el diafragma lo forman 10 palas
que configuran un orificio circular. Así da gusto...
En la parte inferior se encuentran el resto de controles. La palanca de
rebobinado es grande y muy cómoda de manejar. A su lado, en el
centro, tenemos la palanca que permite quitar toda la pieza posterior
para acceder al compartimiento de carga de la película. Este mando
tiene en su centro la rosca para trípode. Y en el otro extremo
de la parte inferior, tenemos el botón de embrague del arrastre
para rebobinar el carrete al terminarlo que, dicho sea de paso, permite
realizar el truco de las multiexposiciones como en muchas otras cámaras
manuales. Y junto a este botón, el disco recordatorio del tipo
de película que utilizamos, algo que desapareció en cuanto
las cámaras empezaron a incorporar la ventanilla para identificar
el carrete en uso, cosa que no tiene la Leica que nos ocupa.
El visor
Como decía más arriba, incorpora
un telémetro de alta calidad y precisión. En él podemos
ver claramente las marcas de encuadre para las ópticas de 40, 50
y 90mm. En la parte superior aparece una escala con todas las velocidades
y una aguja que nos indica cuál es la que hemos seleccionado; a
la derecha otra aguja -la del fotómetro- nos informa sobre la exposición.
Y en el centro, el pequeño rectángulo con la doble imagen
que nos permite enfocar con gran precisión. Hay que hacer hincapié
de nuevo en la gran claridad y definición del visor, porque realmente
así es. Para evitar errores en distancias de trabajo cortas, el
visor de la Leica CL incorpora corrección automática de
paralelaje. El punto de mira es el único defecto que hemos encontrado,
pues es demasiado corto, y hay que pegar -casi literalmente hablando-
el ojo para ver toda la información del visor.
El fotómetro es puntual y ciertamente peculiar: si se extrae el
objetivo y se arma el obturador, el sensor fotométrico, cual "gadget"
al estilo "James Bond" se despliega desde un lateral donde se
"esconde" para colocarse delante y en el centro del fotograma.
Verlo para creerlo. Es puntual, de 7mm de diámetro (aproximadamente
un 4% del fotograma) pero sobre todo, es TTL. En el momento de pulsar
el botón de disparo se retira, casi instantáneamente, antes
de que comience a abrirse el obturador para no salir en la foto.
Conclusión
Rara es la cámara de Leica
que no guarda sorpresas agradables en su interior, y la CL no iba a ser
menos. Como hemos podido comprobar se trata de un "juguete"
muy serio e interesante. Lo pequeño de su tamaño no va parejo
a su gran calidad de fabricación en todos los sentidos: mecánica,
ingeniería, optica,...Para aquellos fotógrafos que disfrutan
llevando lo mejor en el bolsillo, preparados para ese instante fugaz que
tan pronto aparece en el momento menos esperado, la Leica CL es una de
las mejores candidatas a ocupar ese difícil puesto. Una única
pega: no tiene prioridad de diafragma; tampoco existe la cámara
perfecta...
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